No veo ninguna incompatibilidad

OPINIÓN

La imagen de Nuestra Señora de los Dolores, sale de la Iglesia de San Isidoro el Real, al inicio de la procesion del Santo Entierro de la cofradia del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores en Inmaculada Concepcion, que se celebro hoy Viernes Santo en Oviedo dentro de los actos de la semana santa ovetense
La imagen de Nuestra Señora de los Dolores, sale de la Iglesia de San Isidoro el Real, al inicio de la procesion del Santo Entierro de la cofradia del Santo Entierro y Nuestra Señora de los Dolores en Inmaculada Concepcion, que se celebro hoy Viernes Santo en Oviedo dentro de los actos de la semana santa ovetense Alberto Morante

29 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

La periodista Luz Sánchez-Mellado participó hace unos días en un curso de la Universidad de Oviedo/Uviéu y explicó, entre otras cosas, su estilo para escribir sus columnas de opinión (que se publican todos los jueves en la contraportada del diario El País). De sus palabras y su experiencia profesional me quedé con algunas pautas que intentaré seguir de ahora en adelante en estos artículos en La Voz de Asturias, si bien es cierto que lo que más me preocupa cada vez que los escribo es entrar en bucle y repetir los mismos temas (y cansar a quienes leen mis textos). Reconozco que a veces me resulta un poco difícil no insistir si considero que ese asunto no ha avanzado en la dirección que a mí me gustaría.

Un ejemplo de algo que ya he dado mi punto de vista es sobre la falta de normativas y protocolos para representantes públicos (tanto políticos como técnicos/funcionarios) a la hora de asistir a eventos religiosos (estamos viendo, a lo largo y ancho de nuestro país, escoltando los pasos a militares, a agentes policiales y a bomberos con sus uniformes oficiales de trabajo, algo que no respeta la obligada neutralidad de la administración pública —en una sociedad plural como la nuestra donde hay personas que tienen convicciones de todo tipo—). Seguiré defendiendo que la laicidad, como concepto, no promueve ni el anticlericalismo ni la antirreligiosidad, sino únicamente diferenciar entre lo que es un espacio público (el de las instituciones) y uno privado (el de las creencias individuales que, merecedoras de todo respeto y protección, no pueden regir sino única y exclusivamente la conducta de quienes las profesan).

Las calles son para todas y para todos y me parece estupendo que, al igual que hay manifestaciones y concentraciones civiles de todo tipo, también estén disponibles en estas fechas para mostrar las tallas, los palios y los tronos resguardados en las iglesias (incluso en lugares en donde no hay ninguna tradición, como es el caso de Oviedo/Uviéu). Aunque yo soy ateo y, por tanto, no creo en las religiones, no veo ninguna incompatibilidad entre ser creyente y ser de izquierdas, y más concretamente del PSOE. Me gustaría poner en valor la intervención del concejal socialista Ignacio Benito, que en su intervención en el último pleno en el Ayuntamiento de Madrid dijo lo siguiente: «La fe de cada uno corresponde a su ámbito privado, algo que en nuestro país queda plenamente garantizado. Como lo está que podamos compartirla y expresarla públicamente. Lo que afortunadamente ya no se puede, y es lo que realmente les molesta, es imponérsela a nadie, señores y señoras de Vox.

El nacionalcatolicismo, gracias a Dios, ha muerto y no va a volver. A nadie más que a mí le importa, pero tampoco tengo problema en hacerlo público porque estoy orgulloso de ello. Yo soy cristiano, católico practicante, hasta el punto de dedicar mi tiempo libre a mi labor como catequista de niños y niñas de primera comunión. En cuanto acabe el pleno, me iré de convivencias con mi parroquia». Sinceramente no tengo ni un ‘pero’ a estas palabras, como tampoco pongo queja alguna a compañeros que en su plena libertad participan como costaleros, a compañeras que portan un vestido negro y mantillas en las procesiones, a quienes participan en una banda de música que acompaña a los pasos, a quienes acuden a misa y a quienes en su conciencia creen en la existencia de Dios (aunque yo no secunde nada de esto gozan de mi máximo respeto y apoyo para hacerlo libremente y siempre a título particular, no representativo).

Al igual que ocurre en otras instituciones y organismos de Estado, varios miembros del consejo de administración de RTVE han caducado su mandato. No conozco a Concepción Cascajosa, la nueva presidenta interina del ente público, con lo cual no puedo manifestar si es un acierto o un error su nombramiento. No obstante, ha trascendido que ella es militante del PSOE y, en muchos ámbitos periodísticos y políticos, esta circunstancia se ve como una colisión a la obligada neutralidad que debe regir a la radiotelevisión pública. Yo, sinceramente, no veo ninguna incompatibilidad. Es un tema que da para mucho debate, pero por ser muy concreto, yo soy de los que opinan que la objetividad no existe pero sí la honradez profesional.

Creo que Concepción Cascajosa puede separar perfectamente sus ideas políticas y a la vez ejercer el periodismo de manera honesta. Quienes más se las dan en España de independientes por no tener afiliación política y sindical son a quienes más se les ve el plumero (cuestión que no critico y que, en el ejercicio de su libertad de expresión, están en su legítimo derecho de opinar como quieran, coincidan o no con una determinada tendencia ideológica). Debo decir que a mí muchas compañeras y muchos compañeros de profesión me advirtieron y me aconsejaron que me pensase muy bien si me merecía la pena dar el paso a la política, sobre todo para cuando ese periodo vital se acabe, porque la vuelta a un medio de comunicación no es tarea fácil.

Dentro de unos días habrá un nuevo periódico digital en nuestro país en el que participará Pablo Montesinos, que tras su salida del PP (al dimitir Pablo Casado) ha relatado en una entrevista que su regreso al periodismo no ha sido fácil. A mi entender este tipo de situaciones son injustas y absurdas. Yo no tengo que dudar de la credibilidad de sus crónicas por su pasado como diputado en un partido antagónico al mío. Me resulta curioso que esta situación en el periodismo deportivo es diferente. En ese campo, es más que obligado que el periodista confiese de qué equipo es, y ahí nadie pone en tela de juicio su imparcialidad. ¿Por qué con la política sí? ¿Debo yo renunciar a trabajar (tanto en empresas públicas como en privadas, si tengo la posibilidad y me interesa) por mi trayectoria como concejal del Ayuntamiento de Oviedo/Uviéu? Ojalá en un futuro ‘escándalos’ como el de la nueva presidenta interina de RTVE no vuelvan a ser noticia.